Uno de tantos elementos característicos del mundo
teatral son las máscaras, unos objetos que, a diferencia de las
medias máscaras de la comedia del arte, ocultan totalmente el
rostro, obligando al actor a modificar su conducta, a buscar en el
resto del cuerpo aquello que expresaría si dispusiese de la
expresión facial, empujándolo a utilizar estructuras que no existen
en las actuaciones que no se utiliza este objeto, realizando
desviaciones dramáticas, agrandando o reduciendo los gestos, siendo
de mayor importancia el “como” sucede que el “que” sucede.
Dentro del mundo de las máscaras cabe destacar dos tipos, la máscara
neutra y la máscara expresiva, que se divide a su vez en tres
categorías: larvaria, de carácter y utilitarias. Para la actuación
teatral es imprescindible construir máscaras que se muevan
dependiendo del cuerpo, siendo capaces de cambiar de expresión al
más leve movimiento. Si la máscara no cumple este requisito, su
tiempo en la escena tiene que ser muy breve, pues su rigidez e
incapacidad para expresar alegría, tristeza, enfado o desdicha,
provoca su caducidad sobre el escenario.
Máscara neutra |
Las máscaras neutras deben sugerir un estado físico de
calma total, de ausencia de cualquier conflicto interior que pudiera
brotar a través de la expresión facial. Estas máscaras permiten al
actor adentrarse en un ser genérico y neutro, con total
disponibilidad a recibir cualquier cosa que provenga del exterior.
Los actores utilizan esta máscara para alcanzar un equilibrio y una
serenidad que les proporcionará una mejor visión de los
desequilibrios que tendrán que representar en algún momento. La
máscara neutra permite fijarse de manera más focalizada en el
cuerpo del actor, obligándole a potenciar así su gestualidad
corporal. Este tipo de actuaciones conceden al actor la posibilidad
de comprender el espacio exterior y su relación con su propio
cuerpo.
Según Jacques Lecoq, hay dos maneras de acceder a las máscaras expresivas. La primera, y la más utilizada para acceder a las máscaras de carácter, consistiría en buscar primeramente la psicología del personaje que representa la máscara, adoptando determinados movimientos corporales y específicos. La segunda vía para acceder a las máscaras se trata de dejarse llevar por las formas que nos sugiere la estructura de la máscara. Esta última es la forma de acceder a las máscaras larvarias, siendo la propia máscara la que guía al actor a través de sus formas. Estas máscaras de grandes dimensiones nunca llegan a definirse como verdaderos rostros humanos, quedándose en narices pronunciadas y cabezotas con pequeñas aperturas para la visión del actor. Lecoq propone utilizar estas máscaras en dos situaciones antagónicas; desde la normalidad de un personaje caricaturizado y desde la animalidad y la fantasía.
Las máscaras utilitarias, que en la mayoría de los
casos son elementos protectores, pueden servir como objetos
teatrales, pero difícilmente como máscaras expresivas, ya que
carecen de sensaciones de humanidad. Este tipo de máscaras le
proporcionan a la actuación otro tipo de carácter, facilitando
asociaciones de ideas o incluso derivaciones hacia el absurdo, siendo
denominadas por el propio Lecoq como “masques gadgets”
(máscaras-cachivache).
Otra forma de entender las máscaras sería desde la creación de un personaje completamente opuesto al generado por la propia máscara. A esto es a lo que Jacques Lecoq llama “contra-máscara”, y aporta una mayor profundidad a la actuación. Este trabajo evidencia la posible multiplicidad de personalidades y de caracteres que se pueden asociar a un mismo personaje, del mismo modo que sucede en la vida real, donde cada persona llevará una determinada máscara en un determinado lugar y con unas personas concretas, cambiándola cuando sea preciso.
Máscaras larvarias |
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ResponderEliminarHe visto en su web las máscaras larvarias. Tengo mucho interés en adquirir una. ¿Podría facilitarme alguna dirección?
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