domingo, 22 de enero de 2012

Dadá


Wedekind
Antes de aparecer el Dadá el cabaret era un espectáculo asentado en las veladas nocturnas de varias ciudades alemanas como era el caso de Munich. Estos cabarets eran lugares donde se discutían ideas y donde se realizaban actuaciones con un marcado carácter irónico y transgresor. En estos espectáculos se dio a conocer una figura excéntrica e incómoda para la sociedad burguesa de la época. Wedekind realizaba sus acciones de carácter transgresor, provocador y en contra de la moral establecida. Se trataba de un antiburgués que utilizaba la mayoría de las veces el sexo como detonador para su cruzada contra la censura, lo que le causó el sufrimiento en sus carnes de una serie de penurias y persecuciones que acabaron en prisión y en exilio. Pero no sólo Wedekind fue considerado un sujeto peligroso e incómodo, pues Kokoschka también fue clasificado como un individuo provocador, como una figura excéntrica que ofendía la moral pública y el gusto de la sociedad vienesa, profundamente conservadora. Su obra Mörder, Hoffmung der Frauen provocó una dura crítica y una violenta reacción en la sociedad debido a su argumento, basado en el asesinato de una mujer a manos de un hombre. Junto a Kokoschka aparece la figura de Hugo Ball, quien intentaría reunir a varios artistas como Kandinsky, Marc, Klee o el propio Kokoschka, con la intención de crear una obra de arte total, basada en la unificación de las diferentes disciplinas, posibilitando así la creación de representaciones a gran escala, como lo había propuesto el propio Wagner. El fin que se quería alcanzar con estas estrategias era la regeneración de una sociedad corrompida y fustigada por unas normas morales que obligaban a una fuerte represión.

Hugo Ball y Emmy Hennings decidieron crear en Zurich un cabaret similar a los que habían existido en Munich, al que llamaron Cabaret Voltaire (1916). Este local se convirtió en un lugar de asidua reunión para muchos artistas, donde la exigencia del público y las actuaciones diarias obligaban a mantener un ritmo agotador. Entre otras muchas novedades que se generan en el Cabaret Voltaire surge la poesía simultánea y la poesía sonora. Aunque el Cabaret funcionaba de manera diaria y conseguía atraer a una gran cantidad de público, sus principales representantes mantenían opiniones contrarias respecto a su futuro. Algunos como Tzara creían en el potencial del cabaret como llave de entrada para el asalto de París, Ball y Huelsenbeck creían que lo que sucedía en el cabaret nunca debería crear una escuela, siendo estos últimos los que acuñaron el nombre de Dadá al grupo. A los cinco meses de vida, el Cabaret Voltaire tuvo que cerrar sus puertas debido al descontento del propietario. 
 
Cuando Dadá se hizo público en Zurich, Hugo Ball había comenzado a estar un tanto descontento con la dirección que estaba tomando el movimiento, pues se oponía a hacer de él una tendencia artística. A pesar de las diferencias existentes entre Ball y Tzara, se creo una la Galerie Dadá, cambiando su esencia de la performance espontánea a un programa de galería más organizado y didáctico. La galería tenía un carácter transformador que le permitió ser un lugar de reunión para damas de clase alta, por la tarde un espacio para las filosofías más esotéricas y por la noche se revivía el ambiente del cabaret de Zurich. Ball y Huelsenbeck perdieron todo interés por la galería y decidieron apartarse del grupo. El Dadá en Alemania adquirió un nuevo significado debido al contexto berlinés, aunque la primera manifestación Dadá seguía manteniendo el espíritu de Zurich. Con el paso del tiempo el movimiento, con Huelsenbeck, Hausmann, Preiss y Grosz, se propuso destruir y expulsar al expresionismo de las fronteras de la ciudad y adoptó una posición contraria al arte abstracto. El Dadá se convirtió en un movimiento cargado de crítica e ironía, y gracias a su nuevo carácter más agresivo logró hacerse un importante hueco en la ciudad, sirviendo de reclamo a muchos artistas y curiosos que querían disfrutar de las actividades que proponían los dadistas berlineses, como competiciones entre máquinas de escribir y de coser, poemas recitados simultáneamente u obras de teatro realizadas con marionetas en las que se insultaba al público.

Hugo Ball y Emmy Hennings
A partir de 1920 el Dadá fue perdiendo fuerza en Berlín, al mismo tiempo que muchos de sus integrantes decidieron abandonar el movimiento o trasladarse a otras ciudades para seguir con esta tendencia artística. En Colonia, Max Ernst, consiguió realizar una exposición junto a Jean Arp, en la cual se podía disfrutar de un acuario lleno de agua manchada con sangre, una peluca flotando y un brazo de madera, al mismo tiempo que un hacha encadenada a un objeto de Ernst incitaba al público a destruirlo. En la exposición también se pudo ver a una joven disfrazada con un vestido de comunión y recitando poemas obscenos de Jacob van Hoddis. El último espectáculo dadaista que se realizó en Zurich fue dirigido por Tzara y sus colaboradores. La performance empezó, como siempre, caldeando el ambiente, generando protestas y alterando al público, hasta que la lectura simultanea de unos poemas relajó el ambiente. La última velada Dadá resultó todo un éxito, pues declaraba su poder para alterar la conciencia de los espectadores, haciéndoles olvidar las formas y rompiendo las barreras de la educación. Tzara intentó construir una relación con París a través de varios artistas como André Breton o Paul Eluard, pero la distancia dificultó tanto el proceso que Tzara decidió trasladarse a París en 1919.







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