Escena de "Esperando a Godot" de Becket |
En el teatro del absurdo hay una obsesión por resaltar las
incongruencias, las contradicciones entre los pensamientos, las
emociones y los hechos. Este teatro, nacido de las cenizas de la
Segunda Guerra Mundial, trata temas relacionados con la fragilidad,
la destrucción, el sufrimiento y el dolor de una sociedad inmersa en
el conflicto bélico. A través de los personajes se percibe la
dificultad de comunicarse y entenderse unos con otros, al mismo
tiempo que se representan las desigualdades y los abusos de poder que
ejercían los sectores altos de la sociedad, la burguesía acomodada
y rica, sobre los más débiles y los más desprotegidos,
dificultando aún más su supervivencia entre el caos que lo invadía
todo. Una de las cualidades más interesantes del Teatro del Absurdo
es que nunca ofrece las respuestas que se esperan, sino que deja al
espectador la posibilidad de interpretación y análisis de cada
obra. Su intención es recoger aquellas inquietudes y preguntas que
existen en la realidad y exponerlas a un público desconcertado, con
el fin de hacerles reflexionar, de transformarlos. El teatro se
concibe como un lugar donde se produce el proceso catárquico, una
metamorfosis que ayude al espectador a entender el absurdo de la vida
misma.
Otros representantes del Teatro del Absurdo son Fernando Arrabal,
Samuel Becket, Albert Camus o Eugene Ionesco. Todos ellos mantienen
un rechazo generalizado por un teatro realista, psicológico, que
tenga una estructura coherente y una predominancia del lenguaje como
medio de expresión teatral. Lejos de buscar simplemente el sin
sentido y lo absurdo, este teatro trata de mostrar, por medio de una
representación grotesca, otra realidad que yace oculta bajo la idea
de felicidad y confort que proyectaba la sociedad burguesa.
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