sábado, 21 de enero de 2012

Animalidad o religión


La conciencia que ha llegado a tener el ser humano de sí mismo no ha hecho más que alimentar una capacidad diferenciadora, la distinción entre el “yo” y el objeto, entre el “yo” y lo otro. Esta cualidad, que está ausente en el mundo animal, es la principal causa de la subordinación, del control sobre otro individuo de la misma especie con el fin de obtener un beneficio productivo. La noción de amo y mandado, o de ser autónomo y dependiente, no existe en el mundo animal según Georges Bataille, tan sólo se trataría de una cuestión de fuerza desigual, por lo que cuando un animal mata e ingiere a otro no se debe al hecho de una subordinación, pues simplemente estaría relacionado con una cuestión mucho más profunda, la lucha por la supervivencia y la obligación a satisfacer sus instintos. En este punto podríamos darnos cuenta de una situación realmente sencilla; que nos encontramos en un camino unidireccional que nos aleja irremediablemente de la vida animal. Esta separación nos convierte de forma evidente en otra cosa diferente al animal, o a las plantas, o al aire, o a las piedras, o a otras tantas cosas que no sean un ser humano (e incluso depende del ser humano del que hablemos). La gran distinción que observa Bataille deposita sus posaderas en la conciencia que tiene el ser humano de las cosas que le rodean, de los elementos exteriores a su propio ser, de unos objetos cuya funcionalidad y finalidad son designados por esta extraña especie bípeda y sin plumas. En cierto modo resultaría difícil, o tal vez imposible, imaginarse la vida en el universo sin la existencia del ser humano, de un grupo de individuos que han conseguido, gracias a su capacidad consciente, darle un determinado sentido a todas las cosas que le rodean, sea de manera acertada, errónea o voluntariamente engañosa. Si asumimos lo que Bataille nos propone, nuestro pasado pre-humano se constituiría como una especie de tiempo poético inundado por la ausencia de una conciencia capaz de figurarse las cosas. Alguien podría presuponer que los animales tienen un determinado grado de conciencia (pensamiento al que tal vez me apuntaría), exponiendo ante nosotros que estos seres mantienen diversas conductas dependiendo de las situaciones. Bataille asume que esto no afirma la presencia de conciencia en ellos, sino tan sólo una predisposición a salvar su vida, procrear, alimentarse, o proporcionarse placer, siendo necesario para ello haber realizado el aprendizaje de la manera más provechosa posible. A esto se le conoce como instinto animal, un instinto capaz de mantener una correcta continuidad en el mundo. Si este instinto animal, al que algunos llaman equilibrio natural, puede proporcionar un estado de equidad ejemplar, tal vez habría que revisar nuestras normas morales, éticas y los discursos religiosos que tanto abundan en nuestra sociedad y que han sido incapaces de asegurar nuestro bienestar.


1 comentario:

  1. Creo que consciencia es el nombre que le hemos puesto a nuestro sofisticado instinto animal. Creo que cualquier animal sabe del entorno que le rodea, pues si no, no sobreviviría. Los animales también tienen eso que llamamos jerarquías sociales, y si las estudiáramos a fondo nos daríamos cuenta que las nuestras son iguales o muy parecidas a las suyas, y no porque las hallamos copiado, sino mas bien porque compartimos los mismos instintos primarios. Y de aquí el verdadero sentido de aquello que llamamos bienestar, una palabra que significa cosas muy distintas dependiendo de quién la pronuncie. Somos una especie social, como las abejas, las hormigas, los monos, los lobos y un largo etc… Y nuestro bienestar y comportamiento viene dado por las circunstancias de la sociedad en la que vivamos, la cual resulta más compleja para nosotros, que la de cualquier otra especie.

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