Pedro Paz
“Fui creado por la Naturaleza con los más intensos apetitos y las más ardientes pasiones y fui puesto en esta tierra con el único propósito de aplacar ambos rindiéndome ante ellos.” Marqués de Sade
viernes, 16 de noviembre de 2012
miércoles, 14 de noviembre de 2012
El sueño ebrio del gorrión y la cucurbita
El sueño ebrio del gorrión y la cucurbita
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Pedro Paz y Raquel Vidal Audiovisual |
domingo, 29 de enero de 2012
Un poco de Fluxus
Dick Higgins dijo un buen día: “Fluxus no es un momento de la
historia, o un movimiento artístico, Fluxus es una forma de hacer
las cosas, una tradición y una forma de vivir y de morir”. Esta
frase ejemplifica a la perfección la idea que tiene Ken Friedman de
Fluxus, un laboratorio de experimentación con un gran potencial para
favorecer al cambio social, sin adjudicarle tanta importancia a los
componentes del grupo o a los objetos que producen. Esta diferenciación
entre el grupo de personas y la idea de Fluxus es clave para entender
su significado, pues la comunidad que la engloba es mayor que
cualquier grupo específico, con aportaciones más o menos constantes
de artistas, compositores, arquitectos o diseñadores que impulsaron
la creación de modelos y de paradigmas claves para entender esta
idea.
Fluxus nació en la década de los sesenta, mientras la sociedad
estaba cambiando y dirigiéndose desde una ingeniería eléctrica a
una ingeniería electrónica, al mismo tiempo que las ciencias
comenzaban a aumentar su complejidad gracias al carácter
interdisciplinar. A diferencia de muchos artistas que buscaban
resultados en una tecnología que empezaba a dar sus primeros
pasitos, los artistas Fluxus preferían decantarse por propuestas
filosóficas. El uso de las nuevas tecnologías en esta época fue
arrollador, surgiendo una enorme cantidad de obras realizadas junto a
ingenieros y científicos, que dieron como resultado una serie de
trabajos fácilmente digeribles por el mercado artístico, sin ningún
tipo de interés más allá de la resolución técnica y la
exploración de nuevos medios, mientras Fluxus promovía un arte
menos comercial y más filosófico. Ken Friedman creía que el uso de
las nuevas tecnologías en el arte aún se encontraba en un estado
primitivo, aunque se comenzaban a reconocer ciertos medios como el
video o la música electrónica. A pesar de este reconocimiento, para
Friedman, era evidente que los artistas habían caído en una especie
de centrifugadora sin control de la cual salían despedidas una
multitud de obras carentes de elegancia y fuerza, provocado por una
obsesiva experimentación con las posibilidades físicas de los
nuevos medios y un abandono de la idea. Por el contrario los artistas
Fluxus presentaban obras de una elegante sencillez pero no
simplistas, apreciándose que el nivel de complejidad de las obras
residía en la utilización de paradigmas filosóficos y no en la
tecnología. Las ideas de Fluxus provocaron que muchos artistas se
decantaran por el uso de formas más humanistas que fueran
determinadas por el sujeto y no por las herramientas utilizadas en el
proceso, reafirmando el interés de los artistas por las curiosidades
intelectuales.
El Fluxus creó unos nuevos paradigmas en el mundo del arte, de la
arquitectura, la música y el diseño, pero como casi todas las
novedades tuvo unos comienzos discretos, casi desapercibidos por la
gran mayoría de la gente. Cuando la gente reparó en las actividades
que realizaban los artistas Fluxus en Europa, Estados Unidos y Japón,
tampoco se les dio mucha importancia, sin embargo sus actividades y
sus paradigmas fueron claves para la constitución del arte, la
arquitectura, el diseño y la música del siglo XX, aportando
trabajos que se asentaban sobre bases muy sencillas, lo que permitía
una gran profundidad.
Este caminar de puntillas que tuvo Fluxus en sus primeros pasos,
venía obligado por su naturaleza global, por su tradición
difícilmente asociable a un nacionalismo y porque sus artistas no
eran útiles como estandartes de una nación. Las ideas que sirvieron
como piedras angulares tienen una conexión mucho más cercana con De
Stijl y la Bauhaus que con el movimiento Dadá, al que por una mera
cuestión de forma se le ha asociado con Fluxus. Ken Friedman añadió
dos ideas más a las nueve que había formulado Dick Higgins como
fundamentos de Fluxus, dando como resultado una lista de doce ideas
fuerza: globalismo, unidad del arte y la vida, inter-media,
experimentalismo, azar, carácter lúdico, sencillez, capacidad de
implicación, ejemplificación, especificidad, presencia del tiempo y
musicalidad.
Fluxus recoge la idea de que vivimos en un mundo el cual las
fronteras políticas no son análogas a las fronteras naturales ni
culturales, pensamiento que se encuentra en lo más profundo de su
desinterés por la procedencia de las ideas o de las personas que
participan en el movimiento. En Fluxus y sus artistas hay una clara
tendencia y preocupación hacia la democratización del arte, desde
los proyectos de Beuys hasta las experimentaciones que realiza Nam
June Paik con la televisión, pasando por Robert Filliou o Dick
Higgings. Por esta razón Fluxus no comparte la idea de elitismo,
rechazando las sociedades dirigidas por un sector que ostenta el
poder y la riqueza, una élite que conforma una sociedad limitadora
de oportunidades, estrangulándose a sí misma. Fluxus apuesta por
una sociedad abierta, plural y global, donde cualquier persona puede
aportar su visión y sus ideas, favoreciendo así los procesos de
experimentación y aumentando el margen de error, siendo habitual que
en esta situación aparezcan una mayor cantidad de arte malo que
bueno, siendo este concepto un tanto engañoso, como se puede ver en
la obra de Robert Filliou “Bien Fait, Mal Fait”. La
democratización del arte también ayudaría a romper las falsas
barreras que se habían interpuesto entre el arte y la vida,
afirmando Beuys que cualquier persona puede producir arte, borrando
de un plumazo esta diferenciación y asegurando que el arte y la vida
forman parte de un contexto único.
Si no hay fronteras entre el arte y la vida, es posible pensar en la
anulación de barreras entre las diferentes disciplinas. Esta idea
permitió que las obras artísticas se constituyeran como una especie
de híbridos en donde podía aparecer la música, la arquitectura, el
diseño, la pintura, la escultura, o cualquier otro medio de
expresión. Esta manera de concebir la producción de obras condujo a
los artistas de Fluxus hacia un experimentalismo que no sólo se
basaba en la investigación de cosas nuevas, sino en la evaluación
de los resultados obtenidos. Para poder desarrollar muchas de las
obras de Fluxus, fue necesario el trabajo en grupo, introduciendo
profesionales de diferentes disciplinas. La experimentación y el
trabajo en comunidad abre un sendero hacia el azar, una de las ideas
más importantes para comprender el movimiento Fluxus. Pero es
indispensable entender este azar como una doble posibilidad, el azar
aleatorio y al azar evolutivo. El primero de ellos se basa en una
filosofía rupturista pensada para acabar con la rutina, y por lo
tanto con las ataduras. El azar evolutivo, por otro lado, resultó
ser más productivo, pues surgía de una forma aleatoria que era
redirigida para formar parte de nuevas estructuras.
Otra de las aportaciones que realizó Fluxus al arte consistió en la
introducción del concepto lúdico, de juegos, de bromas, de gags y
de puzzles que rompían con la rigidez en la que se encontraba el
arte, presentando rígidos criterios para la forma, el concepto y el
estilo. Lo lúdico se une a su carácter de sencillez, a su capacidad
de resumir en el menor número de términos la mayor cantidad de
aspectos.
La presencia del tiempo en Fluxus es evidente, entre otras cosas por
su pasado etimológico. Su naturaleza efímera y momentánea se
aprecia en sus publicaciones, sus performance o sus objetos, pero lo
más característico de la relación entre Fluxus y la temporalidad
se sitúa en otro punto. Entender esta característica es entender la
noción de tiempo con la que jugaban los artistas de Fluxus, un
tiempo que va más allá del puro instante para recorrer varias
décadas a través de la realización de sus obras, o incluso el
disfrute de composiciones musicales que se dilataban varios días o
semanas. Pensar de esta manera en el tiempo también les llevó a
producir obras que estuviesen diseñadas como partituras, como obras
que cualquiera que no fuese el propio artista pudiese ejecutar. Esta
idea de musicalidad constituye, tal vez, la mayor revolución que
aportó Fluxus al panorama artístico, cuestionando así el papel del
coleccionista y la galería.
sábado, 28 de enero de 2012
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